domingo, 19 de mayo de 2013

tan dentro.


 Podía encontrarse tan fuera del mundo que aun así era capaz de reencontrarse. Y claro que las cosas buenas siempre la esquivaron. Y claro que continuamente se daba cuenta que todavía no había tocado fondo, siempre había una lágrima mas, una decepción, una cicatriz imborrable  Pero seguía siendo tan sumamente, tan sorprendentemente y tan incomprensiblemente fuerte. Parecida al hierro, más cercana a la hipocresía de no reconocer que tenía sentimientos y creyendo que los demás la creíamos, que creíamos que nunca iba a flaquear y lo peor es que lo hacía constantemente, fallando a la diana cada dos por tres y aguardando lágrimas en momentos que todos sabíamos que rompería a llorar. Con sus pensamientos descolocados, todas sus acciones inexplicables, su forma complicada de complicarlo todo y lo poco que la entendía, lo poco que se entendía, lo mucho que valía. Costaba valorarla porque costaba conocerla, porque costaba encontrar la llave para abrir ese candado y abrirla a ella de par en par, porque el invierno siempre fue frío y ella más aun, y el verano siempre tan caluroso y ella manteniéndose como un hielo. Y  más cuando las cosas empezaban a torcerse realmente, nunca quebrantaba. Así que si, toda mi admiración estaba pendiente de ella, toda mi cabeza, todo mi cuerpo.

sábado, 4 de mayo de 2013

yo mataré monstruos por ti.


Cuando todo empezó a sonar demasiado majestuoso, espléndido, demasiado mentira como para que el corazón lo creyera y mi mente asintiera con facilidad. Cuando era el negro de esa tela quien mejoraba mi figura, cuando era solo tu respirar el que me estaba diciendo que no me equivocaba, me mentías. Cuando nos estancábamos de forma tan abismal en nuestra memoria, paralizando todo hecho de seguir, parando los recuerdos, los impulsos, las luchas por no infravalorarme, por no odiarme, por solo quererte. Cuando era el corazón el que se convertía en un máquina tan jodidamente mecánica, metalizada, con sus engranajes, tan increíblemente insensible. Cuando todo se reducía tanto, cuando yo me reducía tanto cayendo tan hondamente al vacío, tan sumamente incapaz de arreglarme el pelo, sacudir la ropa y avanzar orgullosa. A veces, yo misma me creía, me confiaba, me quería. Y es que en ocasiones tan puntuales era cuando me encontraba y, por fin, sentía los latidos, los engranajes convirtiéndose en algo útil. Cuando me miré al espejo y deje de verme y solo encontraba en el cristal toda mi hipocresía, todo lo falsamente optimista que había sido durante mis días, todos los sentimientos tan sumamente perdidos, tan alborotados que tenía miedo de reconstruirme, de cambiar la máquina por algo valioso, porque ¿de que serviría? Mi corazón seguirá siendo tan mecánico, tan parado y poco decidido. Cuando los renglones empezaron a tener algo de sentido y a alinearse solos, como mi cabeza.