jueves, 4 de julio de 2013

and after all,you're my wonderwall.


Los muros nunca fueron fáciles de construir. Aquello no era una cosa que implicaba levantarse un día y construirlo de la nada. No. Había más. Los muros siempre fueron algo que me causaron tormento, algo que me creaba tal impotencia que me bloqueaba rápidamente, que eran difíciles de traspasar. Sí. Los muros nunca fueron fáciles de construir. Pero me parecían la forma mas inteligente, cobarde, temeraria, sólida y poco acertada de seguir. No sé. Sonaba absurdo. Y si lo deseaba de verdad podía con mi muro, podía levantarme cada amanecer y colocar un ladrillo, colocar allí un escudo, una especie de impermeabilidad a los sentimientos. Claro que lo fácil hubiera sido retroceder y no seguir. Lo realmente fácil hubiera sido caer y no saltar el muro, y creer que así avanzaba, crecía, cuando solo me mentía. Era lo cómodo y en una gran parte lo erróneo. Nunca me gustaron los muros. Los detestaba porque me acojonaban enormemente y sentía que no podía.  Así que como no tenía si quiera tiempo de doblar las rodillas para descansar, para tomarme un respiro y llenar mi cuerpo de entusiasmo, y como tampoco tenía ganas de escuchar a las paredes diciéndome que era cobarde, cree un muro. Sí. No sé. Un muro donde colgaba mis estrofas, donde solo había noches, donde nadie torpedeaba lo que hacía, un muro mío hecho por y para mí. Un muro que sentía que me arrinconaba, que me daba el tiempo necesario para no olvidarme de quien soy, de lo que soy, de mis dedos alargados, mis rimbombantes muslos, mi indiferente mirada. Un muro que aportaba minutos para recordar que seguía aquí y que la vida es demasiado corta para pasarla enfadado, demasiado cortar como para caer a cada paso, demasiado corta para ser verdad. Un muro que me recordaba que los muros nunca fueron fáciles de construir.