miércoles, 12 de marzo de 2014

no sé.




 Había que tener la habilidad de cultivar el gusto por las pequeñas cosas. El gusto por cosas tan pequeñas como escuchar por primera vez la canción que posteriormente se convertiría en la mejor melodía para tu vida, cosas como disfrutar de un buen café en el silencio, cosas como desayunar tarta todos los domingos o cosas tan simples como estrenar zapatos. Él era de esos, de los que cultivaba el gusto por las pequeñas cosas y lo hacía sin casi darse cuenta. Y había algo. Algo por lo que ser, algo por lo que estar, algo que de alguna manera aportaba una estabilidad hasta entonces desconocida. ¡Y que miedo daba! Que miedo daba quererte sin razón, ser alguien contigo sin ni siquiera saber quien soy yo y cómo defirnirse. ¡Qué miedo daba definirse después de conocerte! Después de saber que te sacaba de quicio la gente snob, que detestabas el rap sin razón y que odiabas las series de vampiros ya que resultaban absurdas bajo tu racional punto de vista. Sin embargo, quería ser yo sin tí, hacer la prueba de quererme más a mí. Y una vez más, se convirtió en un intento fallido ya que había algo que me impulsaba a observar tu habilidad de cultivar el gusto por las pequeñas cosas tales como estrenar zapatos o desayunar tarta los domingos.

jueves, 13 de febrero de 2014

las calles desiertas del olvido nunca sabrán que sigo el rastro de tu amor.

Mamá decía que había llovido fuera,                                           
que si salía me arrepentiría de haberlo hecho,
de no haber optado por cuidarme, por quererme.

¡Qué mas da! Si ya no me sentía.
Si solo era Venecia sin agua, Nueva York sin la Quinta Avenida,
un escritor sin pluma y un cuerpo sin conciencia.
Si cuando hablaba no decía palabras, cuando soñaba todo lo olvidaba,
cuando quería me frustraba y cuando podía ya me había caído de nuevo.


Revindicaba un receso para crecer y reconocerme,
para creer que podía y podía querer,
para abrir caminos, superar límites.

Y salí,
y seguí,
y deje atrás mi guerra interior para dejar paso a mi convenio de paz personal.

miércoles, 5 de febrero de 2014

eres acordes.




Y eso era tu voz. Era Elvis y Sinatra unidos en este "Love me tender". Y eso era tu voz. Era música.

lunes, 20 de enero de 2014



"Tan convencido estaba ya de que no era la hora más adecuada para abandonar mi cama y dejar que la soledad del metro llegara a mis poros, tan convencido estaba ya que lo hice.Y aquel asiento tan descolorido y aquella mujer tan extremadamente viva. ¡Quién pudiera ser anillo para rozar sus delgados dedos! ¡Y quién pudiera vivir 100 años más para compartirlos con ella! Y levantó la cabeza. Nuestras miradas se fundieron y yo no quería perder sus ojos cuando en ese momento solo me sonrió y dijo: "Bonita camisa." ¡Qué podía hacer con ese trozo de tela sino era tirarlo al contenedor o dejar que lo heredara mi hermano o yo que sé! ¡Qué podía hacer sino quitarmelo y darselo a ella diciendo: "Todo tuyo."! Y solo sonreí y mi boca escupió: "Gracias, supongo." E hizo la típica mueca de respuesta inesperada, que ni yo me esperaba, que nadie en el metro a las 1 de la mañana se la esperaba. La típica mueca que ella hacía y se la arrugaban los mofletes, las cejas se la arqueaban y su cara parecía La Gioconda de Da Vinci, con todo un enigma en esa sonrisa. Mientras que yo solo parecía un turista del Louvre embobado, separado unos seis metros de su boca y haciéndome el desinteresado, diciendo que aquello no era para tanto. ¡Pero claro que lo era! Era para tanto y para más, era para dejar allí mi cuerpo observando sus movimientos y volver en unos años cuando ya estuviera dispuesto a mirarla sin sonreír. Era para esperar después de cada fin de semana el lunes sabiendo que las 00:54 cogería  la tercera parada de la línea M.  Era para estar allí, a oscuras en un metro y que con ella todo pareciera un soleado día de primavera.
Y de repente aquel tubo de metal sobre ruedas se paró, me sonrió y ahí supe que sería la última vez que compartía su mirada. Supe que era afortunado por haber disfrutado durante años de los lunes en la línea M, que era más que los demás solo por verla 15 minutos a la semana y no mediar palabra. Que la línea M se había convertido en mi adicción."