jueves, 6 de diciembre de 2012

que lo que el corazón opine no se puede cambiar.


Que sigo siendo yo, esa que a veces pierde la cabeza, a la que se la hielan las palabras en el corazón, esa que se calla, que asiente y que sigue, la que muy de cuando en cuando se cierra en banda y no se deja ayudar y la que cuando sonríe no deja ver las lágrimas del alma. Que millones de veces puedo parecer fría e insoportable pero en el fondo soy tan cursi y cariñosa como los demás, simplemente hay que saber sacármelo  Y que me gustaba sentarme en el banco del parque a escribir, con mi pequeña libreta azul, con ese bolígrafo que tanto odiabas y que tu me repetías cientos de veces que le dejara de lado, que utilizara aquel que me regalaste por mi cumpleaños, pero solo por chincharte seguí con mi bolígrafo verde que tanto aprecio con el tiempo le había cogido. Y ¿sabes? Aun pesar de que ahora seamos tan diferentes, sigo haciéndolo  eso de sentarme en la parte derecha del banco y observar como todos pasan con sus ajetreadas vidas a las espaldas, y aun me sigue haciendo gracia como no saben despegarse de sus móviles. Y consigo sentándome allí recordar tu aroma, recordar tus manos haciendo caricias en las mías, como sonreías y a veces te enfadabas sin razón. Porque siendo tuya la parte izquierda de mi banco, sigues eligiendo la primera palabra del texto que escribo, sigues retándome a quererte y sigues doliendo, aunque un poco menos... Soy, entonces, la que quiere hasta el extremo y que decide lo que duele, la que los cafés por la mañana la sientan mal y la que, por mucho que lo niegue, se sigue acordando de ti.

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