domingo, 19 de mayo de 2013

tan dentro.


 Podía encontrarse tan fuera del mundo que aun así era capaz de reencontrarse. Y claro que las cosas buenas siempre la esquivaron. Y claro que continuamente se daba cuenta que todavía no había tocado fondo, siempre había una lágrima mas, una decepción, una cicatriz imborrable  Pero seguía siendo tan sumamente, tan sorprendentemente y tan incomprensiblemente fuerte. Parecida al hierro, más cercana a la hipocresía de no reconocer que tenía sentimientos y creyendo que los demás la creíamos, que creíamos que nunca iba a flaquear y lo peor es que lo hacía constantemente, fallando a la diana cada dos por tres y aguardando lágrimas en momentos que todos sabíamos que rompería a llorar. Con sus pensamientos descolocados, todas sus acciones inexplicables, su forma complicada de complicarlo todo y lo poco que la entendía, lo poco que se entendía, lo mucho que valía. Costaba valorarla porque costaba conocerla, porque costaba encontrar la llave para abrir ese candado y abrirla a ella de par en par, porque el invierno siempre fue frío y ella más aun, y el verano siempre tan caluroso y ella manteniéndose como un hielo. Y  más cuando las cosas empezaban a torcerse realmente, nunca quebrantaba. Así que si, toda mi admiración estaba pendiente de ella, toda mi cabeza, todo mi cuerpo.

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