sábado, 16 de noviembre de 2013

que si escribo es porque tú me lo pides.



Debía de haber algo más que solo esa línea. Y yo estaba pidiendo demasiado de alguien como tú, alguien que nunca ha tenido que cuidar de alguien como yo, que ni siquiera se preocupaba de alguien como tú. Yo, de alguna forma, revindicaba que fueras las visitas express, que fueras más que huesos y músculos y de esa forma yo ser capaz de ver eso que tanto te late, que fueras un placer amargo por mucho que sonara a contradicción y a imposibilidad, eras eso. Pedía que crecieras y que me hicieras crecer, que fueras la mano que todo lo arregla y las palabras que todo sofocan. Que fueras las horas de espera y las ganas de arreglar toda la guerra que había en mi, en mi yo, en mis adentros. ¿Demasiado exigente? Mientras tanto yo solo era, solo pensaba patéticamente en que podías, y que conseguirias ser domingos por la tarde, París con aguacero y canciones de Sabina, con risas y reproches y también Bécquer y sus golondrinas. Aquello solo era un banco que recogía todo lo que hacíamos, desde gorros invernales, sofocos en verano y versos robados, porque aquello de juntar nuestras palabras siempre había sido una excusa para discutir, para besarnos posteriormente y para compartir como avanzaban las manecillas del reloj. Pedía demasiado de alguien que solo guiñando el ojo creía que me tenía ahí, cuando eso ni se acercaba mínimamente a la verdad, a lo que había en mi cabeza. Ya que cuando me guiñaba el ojo yo me iba, yo empeza a caminar y a deambular por mis pensamientos haciendo que mi desastre fuera aun mayor. Debía de haber algo más que solo esa línea, debía de haber un nosotros, que nunca hubo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario